Nosotros los jotos / Nuestra Señora de los Chacales

AutorAntonio Bertrán

Desde la infancia, a Charlie Dos Veces López le han gustado los hombres rudos; esos machines que escupen en la calle, arañan la espalda con sus manos ásperas y son léperos al hablar: "¡Ya ven a sentarte, cabrón, que tengo la riata bien dura!".

Chacales los llamamos Nosotros los jotos, y muchos suspiramos de pasión al verlos en el taller mecánico manchados de grasa, en la construcción mientras palean la arena o sudando en la Central de Abasto con un diablito cargado.

Mi buen amigo Charlie ha llevado esa fascinación por la versión moderna del latin lover a una página en FaceBook, Chacales Chacalitos, que en su vida de cancelaciones y regresos tenaces ha llegado a tener más de 50 mil seguidores. Proyecto que planea ampliar con una revista en línea y -¡atención!- una productora de videos pornogay con "actores" salidos de sus filas.

Moreno barbado, mi cuate es sociólogo por la UNAM -donde trabaja como investigador- y me cuenta su historia mientras comemos. Usa los cubiertos y se limpia los labios como una marquesa a la mesa del Palacio de Buckingham, pero me confiesa que salivaba de deseo cuando su primer novio, un mecánico, lo invitaba a comer tortas en el puesto de una amiga en Calzada del Hueso.

En la primaria jugaba al futbol nada más para sentir el camarón de sus compañeritos al festejar el gol. "Pero era un buen lateral", me asegura.

El niño precoz aventaba bolitas de papel a los chavos que le gustaban y cuando lo correteaban se dejaba alcanzar para que lo revolcaran en un juego de cachonda inocencia.

Como si dictara cátedra, el hoy treintañero me explica que el chacal "es el muchacho de barrio, que puede ser incluso blanquito pero pertenece a la clase trabajadora porque no tuvo acceso a la educación superior, y se ha forjado un cuerpito sabroso con el esfuerzo físico".

Su mejor descripción le viene de la experiencia de gozar en brazos obreros, seducidos al calor de las cervezas y las cumbias: "Es un barbaján que te la deja ir de un golpe mientras dice: 'Ya te hacía falta una como éstas, ¿verdad, putito?'".

Lo más atractivo de estos hombres es que están fuera del estereotipo del gay perfumado y sensible que se viste, ya de perdis, en Zara.

"Aarón, mi novio mecánico, se compraba la ropa en Aurrerá y jamás se sentaría como nosotros", me advierte...

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