La sobrina sin remedio / Cachondeo a distancia

AutorMelody Petite

¿Qué tan creativo es el cerebro cuando tiene una necesidad e inventa cosas para cubrirlas? ¿Quién hubiera pensado que en algún momento tú podrías escuchar a las personas desde un aparatito? No creo que la humanidad en la época colonial creyera que ahora no se pintan o dibujan cuadros diariamente, sino que se toman fotos, donde hasta les puedes aplicar filtros y modificarlas a tu gusto. Y que puedes escuchar música a la hora que tu quieras.

La vida ha evolucionado para bien o para mal, todo depende de cómo lo veas. La tecnología de hoy en día avanzó demasiado. A veces me gusta muchísimo tener un celular inteligente que me pueda ayudar en situaciones complicadas, pero realmente me molesta cuando la gente lo utiliza demasiado en su día para cosas innecesarias. Facebookear o tuitear todo el día no es lo único que se puede hacer con tu smartphone. Yo entiendo que si tienes un trabajo muy exigente, tal vez te la pases haciendo llamadas, recibiendo mails o mandando mensajes, pero también existen otras aplicaciones. Las hay para leer libros (Kindle), guardar documentos importantes (Tresorit), aprender otros idiomas (Duolingo), buscar vuelos baratos (Skyscanner), establecer objetivos personales y profesionales (Lifetick), automatizar tareas de programas (IF), checar tus finanzas... bueno, hasta para hacer videollamadas a otras personas, y esto último es lo que he hecho todas las noches. Como bien dice el refrán: "a falta de polla, pan y cebolla".

Y es que tengo mucho tiempo sin una buena cogida. Poco más de un mes sin que me den mi ración diaria de camote (haciendo un megaparéntesis, los que son súper #MelyAdictos y me siguen en mi Instagram @MelodyPetite saben la situación de mi vida, y para los que no, pues les platico un poquito: desde el 2 de julio vivo en Cancún; cambié mi vida por completo, decidí dejar aun lado la industria del entretenimiento para adultos mientras se limpia toda la suciedad que existe en ese mundo, para dedicar tiempo a mejorar mi templo sagrado, mi cuerpo, y qué mejor que hacer el ejercicio que me apasiona cinco ó seis horas al día; ahora soy instructora de Pole Dance en tres academias de Cancún; mis horarios son casi el mismo todos los días, doy tres clases en la mañana y otras tres en la noche y los sábados son dos clases, más la capacitación de tres ó cuatro...

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