Entregas en caliente / Coatzacoalcos

AutorGuillermo Hérdez

Paco Jones llega a Coatzacoalcos por carretera, agotando en el boleto de autobús casi sus últimos ahorros. Su primera impresión es confusa. Por una parte, él suponía que se encontraría con una de esas ciudades maravillosas con playa. Ya se había preparado para el recibimiento de mujeres en bikini, sol a todo lo que daba y cocteles en la playa. Nada de eso encontró durante sus primeros pasos. Si acaso, el lejano murmullo del mar y el olor típico de los mariscos recién pescados. Paco Jones no había considerado que Coatzacoalcos es un puerto, sí, da al mar, también, pero está lejos de ser turístico. Al contrario, es una ciudad industriosa que alberga instalaciones petroleras y de un montón de empresas que trabajan con materias primas.

Cuando Paco Jones por fin ve el mar, un manto de tristeza cubre su semblante: nada de playas ni de mujeres hermosas con poca ropa. Apenas un mar picado, de tono oscuro, grisáceo. De seguro tiene ese color por culpa de las extracciones de petróleo.

Paco da la vuelta. Si no puede aprovechar la playa, al menos tendrá que comer. Y pronto, tiene demasiada hambre. Por experiencia sabe que no hay ningún mejor lugar para comer que los mercados. Es barato y suelen cocinar de maravilla.

Entra un poco desganado. Acaba de revisar sus bolsillos y apenas le queda un billete de 100 y unas cuantas monedas. Además, los precios en los pizarrones no se ven tan baratos. Se sienta en uno de los puestos sin fijarse. Mira el menú y pide lo más barato que encuentra: un arroz con mariscos.

Paco Jones no se da cuenta de que, frente a él, una muchacha pizpireta toma su orden.

-¿Por qué tan triste, jovenazo?

Paco Jones no alza la mirada. Quisiera contestarle que está ahí casi sin dinero, que Coatzacoalcos no es lo que...

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