Entregas en caliente / La historia de Liberia

AutorGuillermo Hérdez

Paco Jones acaba de follar con una hermosa mujer. Aunque lo hicieron en la consabida posición del misionero, ninguno se puede quejar. Paco disfrutó mucho de la vagina de la joven, de sus pezones parados chocando contra sus pechos, del ritmo que le imprimió a cada embestida, del aroma dulce de su sexo. Por eso cuando acabó se sintió bastante tranquilo. El problema es que ella, al parecer, no: se le pusieron los ojos rojos.

Es en ese momento que Paco recuerda las palabras de la anciana que lo metió a ese cuarto: debía curar a la mujer pero no debía despertarla. Paco Jones hizo justo lo contrario: la despertó y, para colmo, los demonios que la habitan ya han comenzado a manifestarse.

Tras los ojos rojos, viene una suerte de baile disparatado. La mujer corre en círculos alrededor de él, se detiene frente a su cara y le grita con fuerza para luego palmearse los muslos, las nalgas y darle una cachetada. Eso se repite dos, tres veces, cada vez más rápido. Los golpes son más fuertes a cada vuelta.

Un tambor comienza a animar el ritmo, se le escucha desde fuera de la cabaña. El tamborileo tiene un efecto hipnótico. Tras un nuevo grito, una palmada en sus muslos, en sus nalgas y una fuerte cachetada, la mujer entra en trance. Acto seguido, la anciana ingresa a la habitación.

A Paco le da un poco de pena mostrarse desnudo ante una mujer tan vieja pero ella parece no darle importancia. Al contrario, está concentrada en seguir golpeando un pequeño tamborcito: -Es la única forma de mantener quieta a Liberia -dice la anciana.

Paco quiere disculparse por no haberla obedecido. La anciana tampoco le hace mucho caso. Carga con una resignación cansada, como si ya supiera que no hay forma de salir de lo que le ha deparado el...

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