Ivaginaria / De osos y otros quereres

AutorElia Martínez-Rodarte

Los osos son una tribu gay que agrupa a hombres peludos, barbones, fornidos, robustos e incluso gordos, grandotes a veces, pero eso varía dependiendo del país.

De look muy machín, diríase un tanto ríspido y hosco, suelen verse con cara de malos y perversones.

Cualidades que provocan que a muchas gentiles damitas heterosexuales se les mojen las bragas y se goloseen con un oso.

Desde que se les ocurrió la buena idea denominarse y agruparse, porque gays osos existen desde el principio de los tiempos, mi gayómetro suele jotear. Nunca mejor dicho. Sólo las diosas saben a cuántos osos me he goloseado y ha resultado que son de salva, y luego ya nos volvemos cuates y todo queda muy claro. Pero a la imagen del macho alfa ya la secuestraron los osos gays, porque ellos son el epítome de la machines, por su misma efigie.

El prejuicio de que por cada machín que vea en la calle es un oso gay, es un malentendido y un acto de ignorancia. Porque nuestra mente funciona con una serie de arquetipos que apenas con el tiempo y trabajo, debemos derribar definitivamente.

Por ejemplo, a todos nos ha sorprendido más de una vez que algún muchacho de maneras delicadas y femeninas, se nos presente de pronto y nos revele que tiene tres hijos pequeños o que se va a casar con una de las más buenas de su comarca.

¿Pero cómo ha sucedido todo esto si se veía tan gay y tan enamorado de otros muchachos?

Eso pasa siempre. Primero observemos algo: la orientación y preferencia sexual puede variar en las personas, o simplemente reflejaban otra cosa.

No les asombre eso. Y segundo: Siempre será un buen momento, el que sea, para salirse del clóset o aclarar algunos puntos sobre la sexualidad de una persona. Una vez en un bar en Suiza, una mujer que servía las mesas le dijo a mi querido amigo y compañero: y aprovecho que vienes con una dama para decirte que no me gusta cómo me miras los senos y que siempre me han gustado todas las amigas que traes. Obvio que yo lo miré como si fuese mierda atropellada en una tormenta de julio por no darse cuenta de su mesera lesbiana. Pero extrañamente y por la costumbre quizás, confesó que le gustaba más la mirada amable que yo le dirigía, que la...

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