Nosotros los jotos / La gran templeta

AutorAntonio Bertrán

A los 25 años, Reinaldo Arenas calculaba que, "por lo menos"", había "templado" con unos ¡5 mil hombres! Mulatos, negros y rubios hermosos, generalmente con "pingas" prominentes, "fletados" en calles, parques o playas de manera individual o en "cuadrillas de adolescentes", estos varones no eran gays sino "bugarrones", esto es, "hombres de verdad" o bisexuales que no tenían prejuicio de tirarse a un "pájaro" o maricón.

Estamos hablando de Cuba en 1968, casi una década después del triunfo de la Revolución encabezada por Fidel Castro, quien inició un régimen socialista dictatorial restringiendo libertades y persiguiendo terriblemente a los homosexuales como Reinaldo, un joven escritor jodido, como muchos en el gobierno de Fulgencio Batista, que en un principio había creído en los ideales de la "rebelión de los barbudos" y participado en sus filas para derrocar al tirano.

"Llegar a una playa entonces era como llegar a una especie de sitio paradisiaco; todos los jóvenes ahí querían hacer el amor, siempre había decenas de ellos dispuestos a irse con uno a los matorrales", relata el escritor en su autobiografía "Antes que anochezca".

"En las casetas de la playa de La Concha, cuántos jóvenes me poseyeron con esa especie de desesperación del que sabe que ese minuto será tal vez irrepetible y hay que disfrutarlo al máximo, porque de un momento a otro podía llegar un policía y arrestarnos".

Recordarás, fiel lector, que la semana pasada mi amigo el productor Pablo Leder nos compartió su historia con Reinaldo, a quien se ligó precisamente en 1968, durante una visita a La Habana.

El güero Pablo no engrosó ese número monumental de los hombres que entonces el escritor calculaba que habían "singado" con él, dado que se puso muy nervioso en el hotel, creyendo que en la habitación había micrófonos. Y sin duda los había.

Los funcionarios de Castro, asegura Reinaldo en su libro, detectaban a los artistas e intelectuales homosexuales, generalmente críticos al gobierno, a través de una siniestra red de informantes de la Seguridad del Estado que eran los propios amigos y parientes de los inculpados; se les despedía de su trabajo, generalmente eran detenidos, humillados y torturados antes de enviarlos a campos de concentración (Unidades Militares de Ayuda a la Producción, UMAP), o a la cárcel.

Después de haber logrado publicar fuera de la Isla algunas de sus novelas y cuentos, gracias a sus amigos extranjeros (lo que el régimen castrista consideraba una traición)...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR