Morir migrando

AutorMarina Franco

Abordo de un barco carguero en la Bahía de Bengala, miles de personas yacen hacinadas. Llevan semanas en el mar, sin comida, con poca agua y con las olas meciéndolos de un lado al otro. Ningún país ha estado dispuesto a ayudar a rescatarlas.

Escaparon de violencia sectaria y una situación en la que ni su nacionalidad era reconocida, en Myanmar.

Muchas de ellas se toparán con algo todavía peor: explotación en campos de trabajo forzado, enfermedad, muerte en una tumba sin marca en países vecinos. Aun así, están dispuestas a enfrentar el trayecto.

De enero al 18 de diciembre de este año -día en el que se conmemora el Día Internacional del Migrante, que celebra "sociedades diversas y abiertas que dan oportunidades y una vida con dignidad a los migrantes"-, casi 3 mil 700 personas se habían ahogado en el mar Mediterráneo. Entre ellos, Aylan Kurdi, sirio de tres años que fue arrastrado por las olas de regreso a donde zarpó en busca de una mejor vida.

Son una parte de los más de 60 millones de humanos que la ONU estima viven desplazados en el mundo, y de los 5 mil solicitantes de asilo y migrantes que perdieron su vida este año al huir de la guerra, de bombardeos diarios, abuso, hambruna.

El fenómeno migratorio no es nuevo. Pero nunca se había vivido a esta escala.

Alrededor de un millón de personas buscando asilo u oportunidades llegaron este año a Europa, un aumento alarmante en comparación con las 220 mil que lo hicieron en 2014. En el Sudeste Asiático, se estima que más de 90 mil emprendieron el trayecto a otro país desde finales del año; alrededor de 290 mil de quienes lo hicieron desde el Triángulo Dorado fueron detenidos en las fronteras mexicana o estadounidense.

Y 5 mil 85 de ellos, un 0.5 por ciento, murieron en el intento.

"La cantidad inédita de gente moviéndose también ha derivado en más muertes", reprocha Daniel Szabo, encargado del proyecto Migrantes Desaparecidos, la única base de datos global sobre fallecimientos de migrantes y parte de la Organización Internacional para las Migraciones (IOM).

"¿Cuántos han muerto de sed en el desierto del Sahara sin que nos enteremos? ¿Cuántos más no sobrevivieron el calor del sol o a un atraco cerca de Nogales? ¿Y qué tal quienes se ahogaron en el Golfo de Adén antes de llegar a Turquía para tomar ahí otro barco y cruzar el Mediterráneo?

"En muchos de estos casos, esos migrantes desaparecen sin dejar huella", dice.

Drama del éxodo

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