Una niña bien... mala / Dándole al papacito

AutorMilah

Como cada año, el festejo del Día del Padre es un acontecimiento y, además de las clásicas comidas familiares, siempre se organizan festejos alternativos de todo tipo y para todos los gustos y este fin de semana en particular, decidí festejar a lo grande y con un alto grado de adrenalina como acostumbro, al intentar comprobar si era mito o realidad que una pareja puede o no tener sexo mientras se avienta del bungee jump.

Desde varios días antes investigué y descubrí que en Cuajimalpa existe una empresa que se dedica a deportes extremos de montaña, así que los contacté y, luego de contarles lo que traía en mente, acordamos que nos veríamos el sábado temprano y el salto sería en medio de un acantilado rocoso con una vista fenomenal.

Los nervios me estaban volviendo loca y aún no conseguía a ningún papacito que quisiera festejar de ese modo, así que abrí la convocatoria y un viejo amigo me contactó para asegurar su lugar en aquel salto demente que logró mantenernos al borde del paro cardiaco durante horas.

Por supuesto, la propuesta de mi querido amigo fue que nos viéramos desde antes para irnos juntos y comenzar con el cachondeo previo que nos permitiera estar a punto de ebullición en el momento justo de aquella hazaña, así que atendiendo a su solicitud, me enfundé en unos micro shorts y un top, obviamente sin nada debajo de la ropa para facilitar las cosas a la hora de la acción, y ¡listo! Me dispuse a esperarlo con la ansiedad a tope.

Para mi buena suerte, mi amigo no tardó mucho y de inmediato bajó a saludarme plantándome un mega beso mientras me abrazaba de la cintura con un apretujón que casi me deshace pero que me permitió embarrarme a él de lo más rico, y ya con más ganitas emprendimos el camino hasta aquel acantilado del deseo.

Al llegar ya todo el equipo nos esperaba y rápidamente nos explicaron todo el rollo, nos dieron un par de indicaciones de seguridad, nos enseñaron cómo colocarnos para saltar juntos y sin pensarlo más para no arrepentirnos decidimos desnudarnos por completo y dejar que los expertos nos amarraran para lanzarnos a aquel acantilado.

No puedo ni comenzar a explicarles esa sensación de terror al estar en la orillita de aquel puente, tan solo amarrados con aquella liga y un par de arneses de seguridad esperando ser totalmente amarrados en nosotros, con todas esas montañas rocosas frente y debajo de nosotros esperando recibirnos en todo su esplendor.

Obviamente yo tenía que aplicarme y comenzar con el regalo para mi...

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