Una niña bien...mala / Noche de antro

AutorMilah

Luego de un buen rato de sólo asistir a fiestas privadas, el fin de semana pasado fui a bailar a un club en la terraza de uno de los edificios más altos con una vista maravillosa y, como el amigo que me invitó aún no llegaba, decidí esperarlo en una de las esquinas, alejada del bullicio y admirando el panorama.

Repentinamente, una suave y sexy voz me susurró al oído...

-Hola, ¿tienes fuego?

¡Vaya si tenía yo fuego para aquella mujer!

Sus ojos verdes enmarcados por ese cabello negro azabache se me clavaron y le ofrecí el cigarro que estaba fumando para que encendiera el suyo. Sin quitarme la mirada de encima utilizó el fuego y al regresármelo me tomó de la mano y me la llevó hasta la orilla de su diminuta falda para dejarme sentir sus piernas.

Las palabras sobraron a partir de ese momento. Sin preocuparnos por la multitud, comenzamos un cachondeo que duró varios minutos en la espesura de la noche.

Mi mano se prendó de su pierna y lentamente la fui subiendo hasta toparme con su diminuta tanga que esperaba ansiosa algún juego o interacción mientras ella me tomaba por la cintura y subía sigilosamente una mano por debajo de mi blusa dejando sus uñas deslizarse sobre mi piel.

-Ven acá...

Con ternura me tomó del cuello y acercó sus labios a los míos para dejarme sentir que iba con todo y, justo cuando estábamos al inicio de un beso incendiario, mi amigo apareció de la nada y, por supuesto, terminó con aquél mágico momento.

-Hola Milah, perdón por la tardanza.

¿En serio? ¿Ése iba a ser su saludo frente a lo que estaba presenciando?

Yo, un poco sacada de onda, le dije "hola, te presento a ... una amiga...".

Mi amiga sin nombre se limitó a dirigirle una sonrisa fútil, me dio un beso en la mejilla y se alejó sin voltear.

-¡Ven acá que te mato!

Los ojos de aquél casi se salen del susto y, todo apenado, me suplicó que lo perdonara, que estaba tan agobiado porque iba tarde que lo único en lo que pensaba era en correr a disculparse. Lo abracé y le planté un beso para quitarme el deseo que se me había quedado atorado y, luego de unos tragos, ya más relajados ambos, ingresamos a aquel lugar para disfrutar de la música sin parar.

El lugar estaba lleno y la gente brincaba frente al DJ al ritmo de los beats que nos tenían a mil.

Mi amigo y yo habíamos elegido una mesa con un muy cómodo sillón para cuando estuviéramos cansados pero luego de ver a todos divirtiéndose sin parar, decidimos unirnos a aquella masa desenfrenada.

Cerré los ojos para sentir toda la...

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