Una niña bien... mala / El poeta misterioso

AutorMilah

Embebido en tu belleza y absorto en mis deseos de algún día poseerte, te escribo estas líneas deseando conocerte...

Así comenzaba un pequeño mensaje que un admirador misterioso me envió por Twitter el jueves pasado luego de que comencé a seguir a todos aquellos interesados en comprar mi coche.

De entre decenas de mensajes, aquel poeta tuitero llamó especialmente mi atención y logró despertar en mí una curiosidad bulliciosa.

Su perfil no tenía foto y yo no tenía forma de saber su edad, su constitución física ni nada que me diera alguna pista acerca de él.

-Hola, ¿te interesa mi coche?

"Me interesas tú por encima de todo, me interesa tu sonrisa, me interesan tus labios, pero por sobre todo, me interesa tenerte entre mis brazos".

Cada interacción con aquel hombre incluía un mensajito en código y una gran gama de halagos, barroquismos e invitaciones, así que luego de unos minutos de intercambios de texto, al fin me animé a proponerle conocernos para enseñarle mi auto.

"Todo el placer del mundo no será suficiente para llenar mi alma en ese momento mágico en el que nos encontremos. Te espero en mi castillo a las 14:00 en punto"

...¿Me espera en su castillo? ¿era aquella una invitación a visitarlo?...

Efectivamente, luego de aquella frase rebuscada, este hombrecito me dio su dirección y yo, adicta a la adrenalina como soy, me lancé a conocerlo.

Por supuesto, en el camino el nerviosismo y la ansiedad me carcomían, pero el solo hecho de saber que me toparía con mi admirador secreto, me impulsó hasta el destino indicado.

Pasé un par de minutos tocando a su puerta y, cuando creí que todo había sido una broma de mal gusto y que no abriría nadie allí, un hombre alto salió a recibirme y me invitó a pasar con un gesto sin aún decirme nada.

-Hola, ¿eres tú el interesado en mi coche?

Aquel individuo me tomó del rostro y se limitó a pasar suavemente sus dedos por mis mejillas antes de regalarme la mejor sonrisa angelical del mundo.

-Soy yo quien moría por tenerte así, frente a mí, sin nada interponiéndose entre los dos.

Y así, sin más, me plantó uno de los besos más tiernos y efímeros que haya sentido en mi vida.

Yo, totalmente sacada de onda y -tengo que confesar- un poco nerviosa de todo aquel entorno, con trabajos le respondí la atención, pero de inmediato me aparté y comencé a hablar como tarabilla de los nervios que me invadían.

De vez en vez, mientras yo seguía hablando como perico sin poder controlarme, desviaba mi mirada hacia mi admirador secreto...

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