Una niña bien...mala / Sexo en movimiento

AutorMilah

Luego de intentar tener un trabajo "normal" por llamarlo de alguna forma y harta de tener que responder a jefes, horarios de oficina y demás, al fin tomé la decisión de renunciar y dedicarme a lo que realmente me gusta... ¡todo lo relacionado con sexo!

Así que una vez libre de toda responsabilidad decidí viajar por el mundo y encontré un lugar mágico en el que, sin esperarlo, conocí a un cómplice de aventuras que me ha reconectado con mi verdadero yo y, hace un par de semanas, luego de una vida intensa llena de reventones, fiesta, adrenalina y mucho, mucho sexo, decidimos pasar un fin de semana a un lugar alejado de todo bullicio en total paz y tranquilidad para renovar la pila y llenarnos de energía.

Playa, bosque, selva...

Aún sin saber a donde nos llevaría el destino, comenzamos a organizar un viaje a través de un sitio web que, luego de solicitar un montón de información, te sugiere destinos de acuerdo a tus intereses, así que, sin tener la menor idea de los detalles del lugar elegido, aceptamos los consejos y comenzamos la mejor aventura de nuestras vidas.

Nuestro destino nos obligaba a tomar un tren antes de cualquier otro medio de transporte en un país en el que no es nada cómodo viajar así, pero aferrados a nuestros planes, nos arriesgamos y nos lanzamos a la aventura y, aunque según nosotros habíamos armado todo el plan para viajar cómodamente, al entrar al vagón casi morimos del susto pues, al parecer, "primera clase con aire acondicionado" no quiere decir que gozarás de la mayor comodidad. Afortunadamente dos sexys rusas eran nuestras compañeras de cabina y, aunque no sabíamos aún qué sucedería, un taco de ojo al menos, no está de más.

Todos ahí sabíamos que el camino sería largo y sinuoso, así que, únicamente con la intención de pasar un buen rato, sugerí comenzar un juego de cartas. Por supuesto todos accedieron y lo que nunca esperamos nosotros dos es que aquella rusa hermosa de tez pálida y mirada encendida sugiriera jugar un "strip poker".

Mi amigo y yo nos volteamos a ver con una cara de incredulidad y, aunque habíamos acordado ir a pasar un fin de semana tranquilo alejados de toda intensidad, no podíamos desperdiciar aquella sugerente idea a la que éramos afines.

Por supuesto, mis días de Universitaria me tenían entrenada para dominó, poker, billar y demás, pero cuando se trata de irse desprendiendo de la ropa poco a poco, soy la primera en perder cada juego.

El juego de cartas comenzó inocente, y la primera mano la perdió...

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