De política y cosas peores / Historia de amor

AutorCatón

Digna de ser inscrita en bronce eterno o mármol duradero es la historia de amor de Florecita y el Panchón. Flor, doncella núbil, era hija de don Poseidón, rico hacendado, y de doña Holofernes, señora perteneciente a la aristocracia rural de Petatillo, lugar antiguo cuyos pobladores se dedicaban al noble cultivo de la verdolaga. Florecita era bella y era lánguida, como la María de Jorge Isaacs, como el loto desmayado que dice la canción. Su pálido rostro semejaba una mañana inverniza; sus cabellos eran tímidamente rubios; tenían sus ojos el azul desvaído de los plúmbagos. Además hacía un mole de olla muy sabroso. Panchón, el caporal de la hacienda, era un guapo gañán de músculos torosos y procerosa estatura. Hijo de padre desconocido y madre demasiado conocida, fue recogido cuando niño por don Poseidón y su mujer, que lo criaron como a un hijo, pues no tuvieron descendencia de varón: Florecita fue el único fruto que su matrimonio dio. Crecieron juntos los dos niños, como hermanos, pero luego los separaron las convenciones sociales y el qué dirán de las ociosas lenguas. Los designios de amor, empero, son inescrutables. Díganlo si no Abelardo y Eloísa, Romeo y Julieta, Dante y Beatriz, Emilio Varela y Camelia la Texana. Se vieron un domingo al salir de la misa de San Palisandro, y quedaron encendidos en ignívomo fuego de pasión. Sabían que su unión era imposible, y eso alentó más la hoguera que los devoraba. Todas las noches, cuando la hacienda dormía ya, Florecita salía a la reja. Él la esperaba ansiosamente, cubierto por el embozo de las sombras. Sin decir palabra depositaba un casto beso en la mano de nácar de la joven, y ella le correspondía con una docena de tamales o un plato de chilaquiles. ¡Sublime amor que con palabras no puede ser descrito! Pero muy bien lo dijo el clásico: "Amor et melle et felle est fecundissimus". El amor es pródigo lo mismo en miel que en hiel. Valiéndose de un anónimo algún perverso -o perversa- puso en conocimiento de don Poseidón aquellas furtivas entrevistas que su hija sostenía con el caporal, y ella no pudo ya ver a su amado, pues el riguroso genitor se lo prohibió, y la hizo vigilar día y noche por una ruda mujer con...

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