De política y cosas peores / Plaza de almas

AutorCatón

Me topé el otro día con la vida. Tengo con ella encuentros diarios, pero a veces no me doy cuenta. Esta vez, sin embargo, se me presentó de cuerpo presente. Y de alma. Diré cómo fue eso, pero primero hablaré de los antecedentes. Era yo reportero joven. Trabajaba en Saltillo, mi ciudad, en un periódico que ya no existe, El Sol del Norte. Iba todos los días a mi trabajo en un cochecito de segunda mano. Jamás se me descomponía ese carrito, hasta que un día se descompuso. Tuve que ir a mi trabajo, pues, en autobús. Unas esquinas después de haber subido yo subió al camión una hermosísima muchacha. En ese momento oí una voz: "Con ella te vas a casar". No la oí dentro de mí: la oí afuera; llenaba todos los ámbitos del mundo. Me sorprendió que nadie más que yo escuchara esas palabras, pues resonaban en todos los ámbitos del mundo. Cuando la bella chica descendió del autobús bajé tras ella y le pregunté: "¿Me permites que te acompañe?" Ella, un poco desconcertada, respondió: "Sí". Le dije: "Pero que te acompañe toda la vida". La muchacha sonrió. Salimos los siguientes días. Una semana después de haberla conocido le propuse matrimonio. Me aceptó -¿puedes creerlo?-, y hace unos días mi esposa María de la Luz y yo cumplimos 50 años de casados. ¿Lo puedes creer? Desde entonces habito en el territorio llamado la felicidad. Quise agradecer el venturoso azar que determinó mi residencia en tan confortable sitio a ese designio misterioso que algunos conocen vagamente con el nombre de Dios, y le pedí a mi mujer que conforme a nuestros usos y costumbres encargara una misa de acción de gracias en el Santuario de Guadalupe, el templo donde nos casamos. No sería una misa especial, con alfombra, reclinatorios especiales, flores y música en el coro; no. Sería la misa ordinaria, la de todos los días, la de toda la gente. Asistimos con nuestros hijos y nuestros nietos. Llenamos cuatro o cinco bancas de la iglesia, pues en total somos 23, contando yerno y nueras. Bastantes somos, si se considera que todo eso lo empezamos solamente dos. Estábamos felices. Sonaron las 12 en el...

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