La sobrina sin remedio / El final de un año #Sexxxtremo

AutorMelody Petite

¿Recuerdan que la semana pasada fui muy mala con ustedes y sólo les di medio regalito? Bueno, pues aquí les tengo el final, prepárense para leer a la luz de las velas con "Yes Boss" (la canción que les mencioné en la columna pasada, para entrar en modo cachondo). Este relato obsceno sucedió en el Baraimas Bar en Oaxaca el 20 de dic.

Erick me deslizó suavemente hasta el centro de la pista, donde los chicos del bar acomodaron un taburete de piel, él se acercó para darme indicaciones: "Arrodíllate frente al taburete... quiero que te inclines hacia adelante arqueando la espalda y con las piernas bien abiertas para mí". Así que me acomodé como él me pidió. Apoyando mis brazos sobre el asiento, esperé a que me diera la siguiente orden. Me sorprendí al sentir el aceite espeso sobre mi espalda curvada, recorrió mi espina dorsal desde el cuello, lubricando cada centímetro de mi piel, hasta llegar a la hendidura deseada por los espectadores.

Erick se hincó detrás de mí, colocó su mástil entre mis piernas y aprovechó ese torrente viscoso que escurría lentamente de mi túnel del amor humedeciéndolo bien, para introducirlo de un solo golpe, así me cabalgó duro, sacando lentamente por completo su fusta para encajarla fuerte y repetidamente, mientras me nalgueaba con una mano. Con la otra tomaba mi cabello como una coleta para ver las expresiones de mi rostro.

La gente estaba maravillada viendo este espectáculo, contemplando cómo era dominada por un gran macho, un hombre que satisfacía mis placeres carnales, cosa que muchos han fracasado en el intento, y yo como la linda chica sumisa sólo pedía que siguiera sin detenerse. "Dame más fuerte, dámelo mas duro, no pareees..sshhh..", le gritaba con vehemencia. Entonces sujetó con sus dos manos mi cintura y la movió incesantemente, adelante y atrás...adelante y atrás... era el ritmo de mis traviesas caderas, que cada que topaban con su pelvis salpicaba las mesas con el sexoso líquido formado por el aceite y la transpiración de nuestros cuerpos fundidos en una jugada apasionada.

Pero como siempre existe algún curioso que no ve desde su asiento, que grita para que nos acerquemos, Erick me dice que gatee junto con el taburete a esa esquina que no había sido usada, comencé a mover mis piernas empujando con mis brazos el sillón, mientras meneaba mis nalguitas de una manera frenética para que se pudiera apreciar que aún seguía dentro de mi otro orificio aquel consolador oscuro que me invadió al...

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